Diseñar el estuche de un disco es un encargo muy especial: nuestro trabajo ofrecerá al oyente una primera impresión acerca de la música que va a descubrir, o así creemos que tendría que ser. No debe confundirse la oportunidad de proponer soluciones con la libertad de los músicos, por más que nos tiente saborear algo de su licencia creativa. No somos los protagonistas, así que nuestra aportación no debería traicionar el espíritu de la música ni solaparse; debe resumir su poder de evocación o completar el significado conceptual.
Por otro lado, en una industria donde el disco como objeto —ya sea cd o vinilo— lucha por evitar su desaparición, el diseño gráfico también puede funcionar como argumento de venta con el que convencer del valor de lo tangible al aficionado. No sabemos a cuántas grabaciones del sello vasco de jazz Errabal hemos puesto imagen y, a menudo, palabras. Son tantas que hemos perdido la cuenta, pero éstas son algunas que recordamos especialmente.